25 de agosto de 2020 – El clamor del amor.

H. José Alberto Rincón, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, que mis oídos permanezcan siempre abiertos a tu voz, que me recuerda desde la eternidad la grandeza de tu amor.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 23, 23-26
En aquel tiempo, Jesús dijo a los escribas y fariseos: «¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, porque pagan el diezmo de la menta, del anís y del comino, pero descuidan lo más importante de la ley, que son la justicia, la misericordia y la fidelidad! Esto es lo que tenían que practicar, sin descuidar aquello. ¡Guías ciegos, que cuelan el mosquito, pero se tragan el camello!
¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que limpian por fuera los vasos y los platos, mientras que por dentro siguen sucios con su rapacidad y codicia! ¡Fariseo ciego!, limpia primero por dentro el vaso y así quedará también limpio por fuera».
Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Al leer estas palabras de Jesús, no podemos evitar sentir que algo dentro de nosotros se mueve. Nuestra conciencia, inmediatamente, nos lleva a ver si es que este reclamo aplica también a nosotros. Una de dos: o respiramos con calma, convenciéndonos que somos inmaculados; o nos preocupamos, conscientes de que hemos fallado múltiples veces. ¿Cuál es la correcta? Ninguna de las dos. O ambas. Depende de cómo lo veamos.
Es cierto que somos pecadores, quien más, quien menos. También es cierto que olvidamos fácilmente las cosas que realmente importan, y nos entretenemos demasiado con cosas intrascendentes, por no decir abiertamente absurdas. Quizás no nos ocupamos de la menta, el anís y el comino, pero sí de los comentarios nocivos, de las posesiones y de la reputación. Hemos cambiado los objetos de nuestra devoción, pero la actitud sigue siendo la misma. Mas no todo acaba aquí. Al repasar nuestra vida, observamos que también hay bondad en nosotros. No todo lo hemos hecho mal, ni todo el tiempo hemos olvidado lo que importa. Hay recuerdos de justicia, de misericordia y de fidelidad. No todo está perdido.
Entonces, sí: somos como esos escribas y fariseos, ¡pero no sólo! Al padecer por nosotros, Cristo cargó sobre sus hombros todas esas muestras de desprecio y de indiferencia, las purificó con su sangre y las presentó en la cruz como ofrenda agradable al Padre. Ahí está toda la diferencia. Los escribas y fariseos no escucharon un regaño, sino un grito. Escucharon el clamor del amor, que les recordaba dónde debían tener puesto su corazón. Tristemente, no supieron interpretar ese grito.
Tú y yo aún podemos. ¡Acojamos esa invitación! ¡Dejémonos transformar por la voz del guía que conoce todos los senderos! ¡Pidamos a Él que limpie nuestras vasijas de barro desde dentro! Creamos en el amor, creámosle al Amor, y dejaremos de ser ciegos.

«La página del Evangelio de hoy nos invita, pues, a reflexionar sobre el profundo significado de tener fe, que consiste en fiarnos totalmente del Señor. Se trata de derribar los ídolos mundanos para abrir el corazón al Dios vivo y verdadero; solo él puede dar a nuestra existencia esa plenitud tan deseada y sin embargo tan difícil de alcanzar. Hermanos y hermanas, hay muchos, también en nuestros días, que se presentan como dispensadores de felicidad: vienen y prometen éxito en poco tiempo, grandes ganancias al alcance de la mano, soluciones mágicas para cada problema, etc. Y aquí es fácil caer sin darse cuenta en el pecado contra el primer mandamiento: es decir, la idolatría, reemplazando a Dios con un ídolo. ¡La idolatría y los ídolos parecen cosas de otros tiempos, pero en realidad son de todos los tiempos! También de hoy. Describen algunas actitudes contemporáneas mejor que muchos análisis sociológicos.»
(Homilía S.S: Francisco, 17 de febrero de 2019)

Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Durante la jornada, cuando perciba que mi corazón se está llenando de distracciones innecesarias, tomaré un momento para elevar mi mirada al Cielo y volver a poner al centro a quien es el único importante.

Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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