Domingo 15 de octubre de 2023 – «Te escojo a ti»
Rubén Tornero, LC
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesús, estoy de nuevo ante ti. Tú me conoces y sabes cómo me encuentro, cuáles son mis tristezas, alegrías, ilusiones y miedos. Todo lo pongo en tus manos. No quiero separarme de ti. Sólo en tus manos quiero encontrar mi verdadero hogar. Si muchas veces me voy de él, te ruego no te cansesde esperarme con los brazos abiertos, y haz que yo tampoco me canse nunca de regresar a ti, amado Jesús.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 22, 1-14
En aquel tiempo, volvió Jesús a hablar en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo, diciendo: “El Reino de los cielos es semejante a un rey que preparó un banquete de bodas para su hijo. Mandó a sus criados que llamaran a los invitados, pero éstos no quisieron ir. Envió de nuevo a otros criados que les dijeran: “Tengo preparado el banquete; he hecho matar mis terneras y los otros animales gordos; todo está listo. Vengan a la boda”. Pero los invitados no hicieron caso. Uno se fue a su campo, otro a su negocio y los demás se les echaron encima a los criados, los insultaron y los mataron. Entonces el rey se llenó de cólera y mandó sus tropas, que dieron muerte a aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego les dijo a sus criados: “La boda está preparada; pero los que habían sido invitados no fueron dignos. Salgan, pues, a los cruces de los caminos y conviden al banquete de bodas a todos los que encuentren”. Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos, y la sala del banquete se llenó de convidados. Cuando el rey entró a saludar a los convidados, vio entre ellos a un hombre que no iba vestido con traje de fiesta y le preguntó: “Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin traje de fiesta?” Aquel hombre se quedó callado. Entonces el rey dijo a los criados: “Atenlo de pies y manos y arrójenlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y la desesperación”. Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Te escojo a ti.
Ven, amada alma.
Ven al banquete que desde toda la eternidad he preparado para ti. Todos los siglos han preparado este momento en el que no te llamo siervo, sino amigo.
Ven, pues desde toda la eternidad te he llamado por tu nombre para que participaras de este banquete donde mi cuerpo es tu alimento y mi carne tu bebida.
Eres mío, yo te he creado… pero no pienso obligarte a venir. Eres libre. Te he entregado el poder de ser feliz, pues de una manera o de otra, cuando amamos de verdad, eso es lo que hacemos: entregamos nuestra felicidad en las manos del amado.
Ven, no tengas miedo. Ponte el traje de fiesta, lava tus vestiduras en la sangre que brotó de mi costado. Deja que mi perdón inunde los rincones más profundos de tu alma.
Ven, todo lo he preparado para ti. Muero de ganas por compartir contigo este banquete. No me dejes esperar en vano.
«Algunos invitados incluso maltratan y asesinan a los siervos que llevan la invitación. No obstante la falta de adhesión de los llamados, el proyecto de Dios no se interrumpe. Delante del rechazo de los primeros invitados, él no se desanima, no suspende la fiesta pero repropone la invitación, ampliándola hasta más allá de los límites razonables y manda a sus siervos a las plazas y a los cruces de las rutas para reunir a todos aquellos que encuentren».
(Ángelus de S.S. Francisco, 12 de octubre de 2014).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Buscaré confesarme, ir a Misa y comulgar tan pronto como me sea posible.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
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