Domingo 2 de julio de 2023 – «Un seguimiento que implica tomar la cruz»
Cristian Gutiérrez, LC
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Creo, Señor, que estás presente en este momento de oración y que quieres hablarme. Deseo escucharte y dejarme guiar. Aumente mi fe, mi confianza y mi amor, para así abandonarme en tus manos y dejarte actuar en mí. Te pido me concedas aquella gracia que más necesito. Concédeme serte fiel en todo momento. Gracias por todos los dones y beneficios que me das. Inflama mi corazón de amor ardiente por ti y por tu Reino.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 10, 37-42
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus apóstoles: “El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí. El que salve su vida la perderá y el que la pierda por mí, la salvará. Quien los recibe a ustedes me recibe a mí; y quien me recibe a mí, recibe al que me ha enviado. El que recibe a un profeta por ser profeta, recibirá recompensa de profeta; el que recibe a un justo por ser justo, recibirá recompensa de justo. Quien diere, aunque no sea más que un vaso de agua fría a uno de estos pequeños, por ser discípulo mío, yo les aseguro que no perderá su recompensa”.
Palabra del señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Ya que desde los primeros años de tu predicación haces referencia a la cruz. No era que la cruz tuviera un bonito significado en tu tiempo. Era considerada por todos la peor humillación, el instrumento de muerte más cruel que podían dar a un hombre; era el símbolo del delito, del sufrimiento, de la muerte. Sin embargo, Tú me invitas a tomar la cruz.
Puedo preguntarme en este rato de oración, ¿cuál es mi cruz? ¿Qué es lo bueno que puedo encontrar en ella para que me invites a tomarla y seguirte?
Es importante responderme delante de ti estas preguntas porque, efectivamente, es mi cruz la que me pides que cargue. No me pides que cargue con tu cruz, o con la de Pedro, o con la de Andrés. Me pides que cargue con la mía. Cada uno debe cargar con su cruz, con sus sufrimientos, así como Tú cargaste con tu cruz y tus sufrimientos. Tú ya me has enseñado la forma de llevar la cruz y quieres que te siga, cargando la mía.
Pero ¿cuál es mi cruz? Tal vez es la de alguna molestia o enfermedad, la traición de un amigo, la de mi familia que padece persecución. Quizá mi cruz de hoy es un problema matrimonial, el desempleo, el malestar de algún ser querido o una crisis en las decisiones importantes de mi vida. En mi interior, también, puedo llevar la cruz del cansancio, del desaliento, del desánimo en la lucha por la santidad, por la justicia o la verdad; la tristeza por la partida de un ser querido, o la soledad que a veces experimento.
En definitiva, yo también tengo una cruz. Ella no es una realidad extraña a mi vida. Pero ¿para qué cargar con mi cruz? ¿Por qué no dártela? ¿Por qué no me la quitas? ¿Qué es lo que puedo hallar en la cruz que me pides cargarla detrás de ti? ¿Acaso quieres hacerme sufrir?
No. No es que me quieras ver sufriendo, no quieres que cargue con la cruz por obligación, porque toca, porque no hay otra opción. Me invitas a cargar con la cruz porque ella es un medio de unión contigo y con los demás. El sufrimiento es la cruz que todos los hombres llevamos, cruz que también Tú quisiste experimentar. Ella es como puente que me une a ti y a mis hermanos.
El madero vertical es aquél que me eleva hacia ti; es el tramo por el que descienden miles de gracias para llevar esta misma cruz; es el puente por el que puedo entrar en contacto directo contigo. Es curioso que todos los hombres te buscamos cuando sentimos el peso de la cruz, y creo que es justo por este aspecto.
El tramo horizontal es el puente con los demás. Muchas veces mi cruz me hace sensible ante el dolor de los demás. ¡Cuánto me conmueve ver el dolor de otros, sobre todo de los inocentes, que cargan con cruces más pesadas que la mía! Este madero horizontal es el medio de salir en ayuda del prójimo, para dejarme conmover, para compadecerme, para acercarme.
Ayúdame, Señor, a ver mi cruz no sólo como algo que me molesta o me hace sufrir, sino como el medio para seguirte, para unirme a ti. Pero sobre todo, ayúdame a cargar con mi cruz, pero siguiéndote. No permitas que cargue con mi cruz errando el camino, no siguiendo tus pasos, porque contigo la cruz es más ligera, más soportable, incluso más querida. Pero cuando cargo la cruz sin ir detrás de ti, entonces, ¡qué triste es la vida y qué pesado el caminar cuando se carga con una cruz vagando por el camino, sin seguirte, sin saber que un día llegará la Pascua!
«Cuando Jesús afirma la primacía de la fe en Dios, no encuentra una comparación más significativa que la de los afectos familiares. Y, por otro lado, estos mismos vínculos familiares, dentro de la experiencia de fe y del amor de Dios, se transforman, son “llenados” de un sentido más grande y son capaces de trascender a sí mismos, para crear una paternidad y una maternidad más amplias, y para acoger como hermanos y hermanas también aquellos que están al margen de cualquier vínculo».
(Homilía de S.S. Francisco, 2 de septiembre de 2015).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy no me quejaré ante algo que me moleste o me incomode y lo ofreceré por ese familiar del que me he alejado.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
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