Domingo 22 de agosto de 2021 – ¿Para qué sirve la misa?

H. Alejandro Rondon, L.C.

 

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

 

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Gracias, Dios mío, por el don de Ti mismo, porque puedo experimentar tu ayuda una vez más. Sabes que te quiero pero que a veces me dejo seducir por el mundo que me rodea. Dios mío, no quiero ser de los que traicionan porque, ¿a quién iría? Sólo Tú me puedes dar la luz y fuerza que necesito para dejar mi autosuficiencia y mi egoísmo. Creo, espero y te amo, permite que pueda tener un encuentro contigo en esta oración.

 

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Juan 6, 55. 60-69

En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: “Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida”. Al oír sus palabras, muchos discípulos de Jesús dijeron: “Este modo de hablar es intolerable, ¿quién puede admitir eso?”.

Dándose cuenta Jesús de que sus discípulos murmuraban, les dijo: “¿Esto los escandaliza? ¿Qué sería si vieran al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? El Espíritu es quien da la vida; la carne para nada aprovecha. «Las palabras que les he dicho son espíritu y vida, y a pesar de esto, algunos de ustedes no creen». (En efecto, Jesús sabía desde el principio quienes no creían y quien lo habría de traicionar). Después añadió: Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede”.

Desde entonces, muchos de sus discípulos se echaron para atrás y ya no querían andar con él. Entonces Jesús les dijo a los Doce: “¿También ustedes quieren dejarme?” Simón Pedro le respondió: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios”.

Palabra del Señor.

 

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

«Yo voy a la iglesia cuando me apetece, y rezo mejor en soledad”. Pero la eucaristía no es una oración privada o una bonita experiencia espiritual, no es una simple conmemoración de lo que Jesús hizo en la Última Cena. Nosotros decimos, para entender bien, que la eucaristía es “memorial”, o sea, un gesto que actualiza y hace presente el evento de la muerte y resurrección de Jesús: el pan es realmente su Cuerpo donado por nosotros, el vino es realmente su Sangre derramada por nosotros.

La eucaristía es Jesús mismo que se dona por entero a nosotros. Nutrirnos de Él y vivir en Él mediante la Comunión eucarística, si lo hacemos con fe, transforma nuestra vida, la transforma en un don a Dios y a los hermanos.» Ángelus de S.S. Francisco, 16 de agosto de 2015).

«Es la Eucaristía, que Jesús nos deja con una finalidad precisa: que nosotros podamos convertirnos en una sola una cosa con Él. De hecho, dice: “El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él”. Ese “habitar”: Jesús en nosotros y nosotros en Jesús. La comunión es asimilación: comiéndole a Él, nos hacemos como Él. Pero esto requiere nuestro “sí”, nuestra adhesión de fe.»

(Ángelus de S.S. Francisco, 16 de agosto de 2015).

 

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Señor yo creo en ti, espero en ti y te amo. Sé que estás presente en el Santísimo Sacramento de la Eucaristía, y que te das como regalo por nosotros cada vez que el sacerdote dice las sagradas palabras en la consagración de la misa. Tú sabes que sin Ti no puedo nada, por eso quieres permanecer siempre conmigo, aunque a veces te cueste mis propias injurias, infidelidades y distracciones. Señor, ayúdame a reflexionar sobre el valor de este admirable sacramento de la Eucaristía. Que no olvide nunca tu sacrificio de amor. Que te reciba como el anhelo más grande de mi corazón y mi alma.

 

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Aprovechar cada momento que tenga durante el día para agradecer a Dios por el Sacramento de la Eucaristía.

 

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Amén.

 

¡Cristo, Rey nuestro!

¡Venga tu Reino!

 

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.

Ruega por nosotros.

 

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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