Domingo 23 de octubre de 2022 – Domingo Mundial de las Misiones – «Soy un pecador»
Iván Yoed González Aréchiga, LC
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, quiero llevar siempre adelante la vida que me has regalado para amarte. Quiero aprender a vivirla, llenarme de ti, llegar a ti. Madre mía, María Santísima, que esta oración me transforme más el corazón para que llegue a ser como el de tu Hijo.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 18, 9-14
En aquel tiempo, Jesús dijo esta parábola sobre algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás: “Dos hombres subieron al templo para orar: uno era fariseo y el otro, publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: ‘Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos y adúlteros; tampoco soy como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todas mis ganancias’. El publicano, en cambio, se quedó lejos y no se atrevía a levantar los ojos al cielo. Lo único que hacía era golpearse el pecho, diciendo: ‘Dios mío, apiádate de mí, que soy un pecador’. Pues bien, yo les aseguro que éste bajó a su casa justificado y aquél no; porque todo el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Juzgar a los demás es constante aguijón en el hombre. Uno tiende a sentirse mejor que el otro. Tantas veces un prejuicio ha dañado lo que podría haberse convertido en una amistad. «Te doy gracias porque no soy como los demás»… y mientras tanto, la personas humilde diría «Señor, fortalece a mi hermano, a mi hermana, pues es frágil como yo».
La persona humilde conoce su fragilidad, conoce su verdad y la reconoce ante Dios y ante los hombres. Y vive en conciencia tan constante de su debilidad, que no se permite juzgar a los demás. Se sabe tan necesitada de la misericordia de Dios, que la desea igualmente para sus hermanos. Presenta ante Dios una oración por sí misma, para poder servir mejor. Y coloca en las manos del Señor a sus hermanos, a sus amigos y a sus «enemigos» o aquellos que por cualquier razón no le simpatizan. Tiene un corazón grande, con lugar para Dios y en Dios para todos. Señor, ¿puedo ser humilde yo también?, ¿puedo conocer mi miseria para mejor amarte a ti y a los demás?, ¿puedo conocer mi verdad sin desesperar, sabiendo que aunque soy débil, siempre me encuentro en tus manos?, ¿puedo ser pequeño y al mismo tiempo ser grande? Puedo. Con tu gracia puedo.
«Dios mío, apiádate de mí, que soy un pecador» y enséñame a apiadarme como Tú de los demás.
«Él mira el “campo” de la vida de cada persona con paciencia y misericordia: ve mucho mejor que nosotros la suciedad y el mal, pero ve también los brotes de bien y espera con confianza que maduren. Dios es paciente, sabe esperar. Qué hermoso es esto: nuestro Dios es un padre paciente, que nos espera siempre y nos espera con el corazón en la mano para acogernos, para perdonarnos. Él nos perdona siempre si vamos a Él».
(Homilía de S.S. Francisco, 20 de julio de 2014).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Buscaré hablar con aquella persona que menos me agrade, ofreciéndole un gesto de caridad que le pueda mostrar algo de tu amor, Señor.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
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