Jueves 15 de junio de 2023 – «Aquí se juegan las verdaderas batallas»
Camila Pinheiro, CRC
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Piedad de mí, mi Dios, por tu bondad, por tu inmensa ternura borra mi falta, lávame a fondo de mi culpa, purifícame de mi pecado. Pues yo reconozco mi falta, mi pecado está siempre ante mí; contra ti, contra ti solo pequé, lo malo a tus ojos cometí. Mira en la culpa nací, pecador me concibió mi madre. Y tú amas la verdad en lo íntimo de mi ser. Crea en mí, Jesús, un corazón puro, renueva en mi interior un espíritu firme (Salmo 51). Así cantaré la alegría de tu salvación y tendré un espíritu generoso.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 5, 20-26
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Si no sois mejores que los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos. Habéis oído que se dijo a los antiguos: ‘No matarás’, y el que mate será procesado. Pero yo os digo: Todo el que esté peleado con su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano ‘imbécil’, tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama ‘renegado’, merece la condena del fuego. Por tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Con el que te pone pleito, procura arreglarte en seguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez, y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que no hayas pagado el último cuarto».
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
En el Evangelio de hoy Jesús nos da un ejemplo concreto sobre las condiciones necesarias para que podamos vivir de una forma nueva, con un corazón nuevo. No le basta que cumplamos una norma si nuestro corazón permanece duro y convencido en su orgullo. El hecho de no matar físicamente no significa que seamos justos o lo suficientemente buenos para estar en una posición de juzgar a los demás. Jesús mira lo que pasa en el corazón, allí en lo escondido, donde nos encontramos a solas con nosotros mismos y con Él. Mucho antes de que cumplamos o no una norma, ya hemos matado, mentido, robado, adulterado, maldecido… porque es en el interior del corazón donde se juegan las verdaderas batallas.
Por eso, el Salmo que nos ha guiado en la oración inicial de hoy es un muy buen ejemplo, de un hombre que reconociendo la falta que había cometido en el interior de su corazón, se pone ante Dios para suplicarle perdón, este hombre era el rey David. Cuánto nos puede costar a veces rechazar la falsa imagen que nos creamos de nosotros mismos a causa de nuestra vanidad y orgullo. Cuánto nos cuesta vernos débiles, vulnerables y necesitados del perdón de Dios y de los demás.
«Todos hemos visto familias destruidas por odios familiares que pasan de una generación a otra. Hermanos que, frente al ataúd de uno de sus padres, no se saludan porque guardan viejos rencores. Parece que es más fuerte aferrarse al odio que al amor y éste es precisamente —digámoslo así— el “tesoro” del diablo. Él se agazapa siempre entre nuestros rencores, entre nuestros odios y los hace crecer, los mantiene ahí para destruir. Destruir todo. Y muchas veces, por cosas pequeñas, destruye». (S.S. Francisco, Homilía del 17 de marzo de 2020).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Durante el día de hoy, te invito a reflexionar sobre algún desencuentro que tuviste con alguna persona y revisar qué fue lo que pasó en tu corazón en relación con ese momento.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
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