Jueves 23 de septiembre de 2021 – Curiosidad de un hombre de fe
San Pío de Pietrelcina, presbítero
Santos Cristóbal, Juan y Antonio, mártires de Tlaxcala
H. Edgar de la Torre, LC
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, me ofrezco enteramente a ti. Quiero ser tu hijo para que puedas actuar a través de mí.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 9, 7-9
En aquel tiempo, el rey Herodes se enteró de todos los prodigios que Jesús hacía y no sabía a qué atenerse, porque unos decían que Juan había resucitado; otros, que había regresado Elías, y otros, que había vuelto a la vida uno de los antiguos profetas.
Pero Herodes decía: “A Juan yo lo mandé decapitar. ¿Quién será, pues, éste del que oigo semejantes cosas?”. Y tenía curiosidad de ver a Jesús.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Debemos leer el evangelio en su contexto y no como una lectura aislada. Herodes se enteró de todos los prodigios realizados por Jesús. ¿Cuáles? Los anunciados por los profetas del Antiguo Testamento: anunciar la liberación a los cautivos, curar enfermos, dar la vista a los ciegos, poner de pie a los inválidos, etc. Jesús actúa, realiza milagros y curaciones, signos prodigiosos y no se detiene. Su persona no pasa desapercibida, su presencia cambia vidas. Herodes sabe todas estas cosas, quizá conoce las Escrituras, sin embargo, su curiosidad no es la de un hombre de fe. Es una curiosidad banal, superficial, la cual desea saciarse con ver un milagro para entretenerse.
En el fondo, Herodes está asustado, pues sabe que la salvación está cerca, sabe que las personas implicadas en las curaciones han tenido que cambiar su estilo de vida en más de una ocasión. El Señor lo dijo después de efectuar un milagro, en repetidas ocasiones: «vete y no peques más» o «no peques más, no sea que te suceda algo peor». Pero Herodes no estaba enfermo, no necesitaba de un milagro, era una persona sana, sin embargo, tenía curiosidad de ver a Jesús.
Todos tenemos un poco de esa actitud de Herodes, tenemos curiosidad de ver cómo Jesús realiza un milagro, pero es que ya hemos escuchado de tantos y de tantas que quisiéramos no sólo escuchar lo que ha hecho por los otros, sino por nosotros, quisiéramos contar nuestra experiencia.
«Está siempre presente también la tentación de la indiferencia. Aun sabiendo que Jesús es el Salvador —nuestro, de todos nosotros—, se prefiere vivir como si no lo fuera: en vez de comportarse con coherencia en la propia fe cristiana, se siguen los principios del mundo, que inducen a satisfacer las inclinaciones a la prepotencia, a la sed de poder, a las riquezas. Sin embargo, estamos llamados a seguir el ejemplo de los Magos: estar atentos en la búsqueda, estar preparados para incomodarnos para encontrar a Jesús en nuestra vida. Buscarlo para adorarlo, para reconocer que Él es nuestro Señor, Aquel que indica el verdadero camino para seguir. Si tenemos esta actitud, Jesús realmente nos salva, y nosotros podemos vivir una vida bella, podemos crecer en la fe, en la esperanza, en la caridad hacia Dios y hacia nuestros hermanos. Invocamos la intercesión de María Santísima, estrella de la humanidad peregrina en el tiempo. Que con su ayuda materna, pueda cada hombre llegar a Cristo, Luz de verdad, y el mundo progrese sobre el camino de la justicia y de la paz».
(Palabras previas al Angelus de S.S. Francisco, 6 de enero de 2018).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Santifícame, Señor, quiero adorarte en espíritu y en verdad.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Escribe, quiero ver a Dios: ¿qué ha hecho por mí? Y en seguida piensa en tres momentos en los que el Señor ha actuado en tu vida, sea difíciles, tristes, felices.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
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