Jueves 30 de mayo de 2024 – «Ecos de Compasión: Despertar espiritual de Bartimeo»

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Padre Celestial, que nos guías por el camino de la fe, ilumina nuestros corazones como lo hiciste con Bartimeo, para que, con ojos renovados, podamos ver Tu obra en nuestra misión. Amén.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Marcos 10, 46-52

En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente, el ciego Bartimeo, el hijo de Timeo, estaba sentado al borde del camino, pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar: “Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí”. Muchos lo regañaban para que se callara. Pero él gritaba más: “Hijo de David, ten compasión de mí”. Jesús se detuvo y dijo: “Llámenlo”. Llamaron al ciego, diciéndole: “Ánimo, levántate, que te llama”. Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús. Jesús le dijo: “¿Qué quieres que haga por ti?”. El ciego le contestó: “Maestro, que pueda ver”. Jesús le dijo: “Anda, tu fe te ha curado”. Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino.

Palabra del Señor

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

En el camino de la vida, a menudo nos encontramos como Bartimeo, sentados al borde del camino, esperando una señal de esperanza. En nuestra camino por la vida podemos sentirnos ciegos ante las necesidades del mundo, buscando la luz que solo la fe puede proporcionar.

Bartimeo, a pesar de su ceguera, reconoció en Jesús la presencia salvadora. Su grito “Hijo de David, ten compasión de mí” es un llamado que resuena en el corazón de cada cristiano. Es el reconocimiento de nuestra propia vulnerabilidad y la necesidad de la gracia divina.

La insistencia de Bartimeo, frente a los que lo regañaban, nos enseña la importancia de la perseverancia en la oración y en nuestra vocación cristiana. Todos estamos llamados a ser voz de los que no tienen voz, a gritar por justicia y compasión en un mundo que a menudo prefiere silenciar el clamor de las personas más necesitadas.

El gesto de Jesús, pidiendo que llamen al ciego, muestra esa inclusión y amor que debe caracterizar nuestra vida. Jesús no ignora a Bartimeo; por el contrario, lo invita a acercarse. De igual manera, estamos llamados a acercarnos a los marginados, a aquellos que la sociedad ha dejado de lado, a esas periferias de la sociedad actual.

La pregunta de Jesús, “¿Qué quieres que haga por ti?”, es una invitación a reconocer nuestros deseos más profundos y presentarlos ante Dios. Debemos preguntarnos constantemente qué es lo que buscamos en nuestro día a día y cómo podemos servir mejor a los demás.

Finalmente, la curación de Bartimeo y su decisión de seguir a Jesús es un testimonio de transformación. La fe que lo curó también lo impulsó a seguir el camino de Cristo. Así, cada uno está llamado a experimentar la transformación que la fe en Jesús ofrece y a seguir sus pasos en el servicio y el amor al prójimo.

Abramos los ojos, veamos en cada rostro la imagen de Cristo que nos llama a seguirlo en el camino de la misión: “Anda, tu fe te ha curado”. «La fe, como hemos visto en Bartimeo, es un grito; la no fe es sofocar ese grito. Esa actitud que tenía la gente para que se callara: no era gente de fe, en cambio, él si. Sofocar ese grito es una especie de “ley del silencio”. La fe es una protesta contra una condición dolorosa de la cual no entendemos la razón; la no fe es limitarse a sufrir una situación a la cual nos hemos adaptado. La fe es la esperanza de ser salvado; la no fe es acostumbrarse al mal que nos oprime y seguir así».
(Catequesis de S.S. Francisco, 6 de mayo de 2020).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Al igual que Jesús mostró compasión por Bartimeo, proponte realizar al menos una obra de misericordia este día, ya sea consolando a quien sufre, ayudando a los necesitados o perdonando a quien te haya ofendido.

Despedida

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

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