La Divina Pastora. «Caminar junto a ella en este día es experimentar su amor maternal que nos conduce al corazón de Cristo»
La advocación mariana de la Divina Pastora ocupa un lugar especial en el corazón de millones de venezolanos, destacándose como una manifestación profunda de fe y esperanza. Desde sus inicios en el siglo XVIII, esta tradición se ha enriquecido con relatos de milagros, momentos históricos y el testimonio de quienes han experimentado su intercesión.
La procesión mariana más grande del mundo
Cada 14 de enero, más de 4 millones de personas acompañan la imagen de la Divina Pastora en un recorrido de 7.5 kilómetros desde Santa Rosa hasta la Catedral Metropolitana de Barquisimeto. Es una jornada de fe y sacrificio que dura más de siete horas, marcando a los participantes con un profundo sentimiento de unidad y esperanza.
Entre los fieles que participan en esta celebración, se destaca la masiva participación del Regnum Christi en Venezuela, que encabezado por la localidad de Barquisimeto se une a este evento de manera especial. Desde temprano, comienzan el día con la celebración eucarística, acompañados por algunos Legionarios de Cristo, y luego se integran a la procesión con su presencia y acompañamiento, siendo parte activa de esta muestra de devoción.
Para Juan Kreubel, joven miembro del Regnum Christi, participar en la procesión tiene un significado muy especial: «Siento que la Virgen María ha tomado esta procesión como una excusa para acercarnos muchísimo más a su Hijo. Es una oportunidad única de encontrarnos con Jesús a través de María. Caminar junto a ella en este día es experimentar su amor maternal que nos conduce al corazón de Cristo».
Por su parte, Jessica Rey de Castro, también miembro del Regnum Christi, comparte su testimonio lleno de emoción: «Toda mi vida he participado en la procesión de la Divina Pastora; a veces incluso la he trotado. Este año decidí caminar con todo mi corazón lleno de pasión y amor por ella. La Divina Pastora es uno de los grandes amores de mi vida. Me ha colmado de milagros y me ha permitido entender el valor de sus testimonios. Siento cómo me acompaña e intercede por mí como su hija amada. Por eso debemos permanecer siempre con ella».
Los orígenes de una devoción
La llegada de los Capuchinos a Venezuela en 1706 marcó el inicio de la devoción a la Divina Pastora, que se extendió rápidamente por los llanos de Caracas. En 1740, un error aparentemente fortuito definió el lugar donde su imagen sería venerada. El párroco de la iglesia de Santa Rosa encargó una escultura de la Inmaculada Concepción, mientras que el de la Iglesia de la Inmaculada Concepción solicitó la imagen de la Divina Pastora al mismo escultor. Al entregarlas, las imágenes se confundieron, y al intentar corregir el error, la imagen de la Divina Pastora se volvió tan pesada que fue imposible moverla. Este hecho, considerado un milagro, confirmó el deseo divino de que la Divina Pastora permaneciera en la Iglesia de Santa Rosa.
Milagros que forjan una devoción
Durante el terremoto de 1812 que devastó a Venezuela, el templo de Santa Rosa colapsó por completo, excepto el nicho que albergaba la imagen de la Divina Pastora. Este suceso fue interpretado como una señal del poder protector de la Virgen María. Hoy, ese nicho se conserva en el Museo de Santa Rosa como símbolo de fe.
Otro momento clave ocurrió en 1856, cuando una epidemia de cólera azotó Barquisimeto. El presbítero Macario Yépez sacó en procesión la imagen de la Divina Pastora, ofreciendo su vida por el fin de la epidemia. Tras su muerte, la enfermedad comenzó a desaparecer, consolidando la devoción del pueblo.
Un legado de fe que trasciende generaciones
La Divina Pastora representa más que una advocación; es un símbolo de unidad, esperanza y milagros para Venezuela. Su procesión, llena de fervor y amor, continuará inspirando a generaciones, recordando siempre que, en los momentos de prueba, su manto protector está presente.