Lunes 27 de febrero de 2023 – «La verdadera novedad»
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
«Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa…» (Ap 3, 20). A veces pienso que cuando voy a orar soy yo quien toco a tu puerta Señor, porque Tú mismo nos has dicho; “tocad y se os abrirá”; pero hoy quiero detenerme en la realidad de que Tú también tocas a mi puerta, quiero abrirte mi mente, mi corazón y mi alma en esta oración, dejarte pasar y escuchar lo que hoy quieres compartir conmigo en esta oración.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 25, 31-46
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria, y serán reunidas ante él todas las naciones. Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras. Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. Entonces dirá el rey a los de su derecha: ‘Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme’. Entonces los justos le contestarán: ‘Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?’. Y el rey les dirá: ‘Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis’. Y entonces dirá a los de su izquierda: ‘Apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis’. Entonces también éstos contestarán: ‘Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?’. Y él replicará: ‘Os aseguro que cada vez que no lo hicisteis con uno de éstos, los humildes, tampoco lo hicisteis conmigo’. Y éstos irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna».
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Qué momento tan potente debió ser para tus discípulos escucharte decir estas palabras.
A mí me impresiona que te presentes como Rey en un trono de gloria, rodeado de ángeles, a juzgar a las naciones, pero quizá a tus discípulos no fue la parte que más les impresionó. En sus corazones formados por la ley y los profetas latía fuertemente la descripción del Mesías: “vi venir sobre las nubes a un ser parecido a un ser humano (…) y le dieron poder, honor y reino” (Dn 7, 13-14), nada nuevo con esto que Tu les dices.
Nada nuevo tampoco con la misión de ayudar al forastero, vestir al desnudo, visitar al encarcelado… Tantas veces habrían escuchado en la sinagoga a Isaías proclamar el ayuno agradable al Señor: “romper las cadenas injustas, dejar libres a los maltratados, acoger en tu hogar a los sintecho y no abandonar a tus semejantes…” (Is.53).
Pero todo nuevo, cuando les dices que lo que han hecho al prójimo, lo hacen contigo mismo. Todo nuevo cuando les enseñas a ver a Dios, a verte a ti, identificado con el pobre, el necesitado, el marginado y el preso. Todo nuevo, porque ahora Dios, se hace hombre y en el hombre vive Dios.
Enséñame a detenerme ante los demás y no sólo mirar sus necesidades, sino también mirarte a ti en cada uno de ellos y entonces amar, compadecerme y aliviar su necesidad maravillándome de la dignidad que toda persona posee, porque en ella también estás Tu.
Qué alegría sentiré, el día de mi muerte, escuchar tu voz y decirte: “Sí Señor, sí te vi, sí te reconocí. En mi familiar, en un amigo, en mi vecina, en la persona que ayudé, en quien escuché, en aquel que pude aliviar su dolor. Sí, Señor, en todos ellos, durante mi vida, también te amé, te serví y te reconocí”.
«Al final de nuestra vida seremos juzgados sobre el amor, es decir, sobre nuestro empeño concreto de amar y servir a Jesús en nuestros hermanos más pequeños y necesitados. Aquel mendigo, aquel necesitado que tiende la mano es Jesús; aquel enfermo al que debo visitar es Jesús; aquel preso es Jesús; aquel hambriento es Jesús. Pensemos en esto. Jesús vendrá al final de los tiempos para juzgar a todas las naciones, pero viene a nosotros cada día, de tantos modos y nos pide acogerlo. Que la Virgen María nos ayude a encontrarlo y recibirlo en su Palabra y en la Eucaristía, y al mismo tiempo en los hermanos y en las hermanas que sufren el hambre, la enfermedad, la opresión, la injusticia. Puedan nuestros corazones acogerlo en el hoy de nuestra vida, para que seamos por Él acogidos en la eternidad de su Reino de luz y de paz». (S.S. Francisco, Ángelus del 26 de noviembre de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Pensar en una persona que me sea particularmente difícil amar y servir y pedirle a Jesús que me enseñe cómo ve Él a esta persona, y cómo está presente Él en esa persona, pedirle la gracia de que cambie mi mirada sobre esa persona y pueda vivir este amor cristiano reconociendo a Jesús.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
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