Martes 17 de mayo de 2022 – Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde

Cristian Gutiérrez, LC

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

«Señor, haz de mi un instrumento de tu paz. Que donde hay odio, yo ponga el amor. Que donde hay ofensa, yo ponga el perdón. Que donde hay discordia, yo ponga la unión. Que donde hay error, yo ponga la verdad. Que donde hay duda, yo ponga la fe. Que donde hay desesperación, yo ponga la esperanza. Que donde hay tinieblas, yo ponga la luz. Que donde hay tristeza, yo ponga la alegría. Oh Señor, que yo no busque ser consolado, sino consolar, ser comprendido, sino comprender; ser amado, sino amar. Porque es dándose como se recibe, es olvidándose de sí mismo como uno se encuentra, es perdonando, como se es perdonado, es muriendo como se resucita a la vida eterna. Amén». (Oración de San Francisco de Asís)

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 14, 27-31

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «La paz os dejo, mi paz les doy; no se la doy como la da el mundo. No pierdan la paz ni se acobarden. Me han oído decir: ‘Me voy, pero volveré a vuestro lado’. Si me amaran, de que me vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Se lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, crean. Ya no hablaré muchos cosas con ustedes, porque se acerca el príncipe de este mundo; no es que él tenga poder sobre mí, pero es necesario que el mundo comprenda que amo al Padre, y que cumplo exactamente lo que el Padre me ha mandado».

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Esta frase puede ser una clara invitación a la valentía y al celo apostólico. Es característico del cristianismo no dejarse vencer por el temor, ni siquiera a la propia muerte, y predicar, anunciar, gritar por las calles la Buena Nueva de la salvación. El cristiano, el discípulo, el miembro del Regnum Christi está llamado por ti a ser un guerrero incansable, un hombre de decisión firme, de palabra duradera, de metas claras, de iniciativa por el Reino de Dios, por tu Reino. Tú me invitas a llevar tu Evangelio a todo el mundo sin acobardarme, sin temer, sin avergonzarme.

Tú me llamas a no dejarme dominar por el temor y enfrentar mi vida y la evangelización con valentía, con arrojo, con celo. A no desanimarme ante los problemas, las dificultades, ni siquiera ante mis pecados y debilidades. Pero todo esto por un simple motivo: porque Tú estás conmigo, porque Tú me lo has mandado, porque es tu obra la que llevo a los demás, porque Tú me das tu gracia y me has dado tu paz.

Al inicio de este Evangelio dejas a los apóstoles la paz que viniste a traer, no ésa elaborada en el mundo, escrita sobre papeles y avalada con firmas de hombres. Tú traes la paz que mi alma necesita y que quieres que transmita a los demás. La paz no es algo que conquisto con ejercicios de yoga, con introspecciones alargadas, con encuentros con la naturaleza. La paz viene de la experiencia de ti en la oración, en los sacramentos, en el apostolado.

Dame la gracia, Señor, de seguir tu consejo de llevar el Evangelio a todo el mundo con valentía, con fuego. Pero también concédeme esa paz que tanto yo como los demás necesitamos. Que sepa seguir el ejemplo de san José obrero, que en su vida cotidiana te enseñó la importancia del trabajo como medio de salvación personal y de los demás.

«Jesús anuncia la venida del Espíritu que ante todo enseñará a los discípulos a comprender cada vez más plenamente el Evangelio, a acogerlo en su existencia y a hacerlo vivo y operante con el testimonio. Mientras está por confiar a los Apóstoles —que quiere decir, en efecto, “enviados”— la misión de llevar el anuncio del Evangelio a todo el mundo, Jesús promete que no quedarán solos: estará con ellos el Espíritu Santo, el Paráclito, que estará a su lado, es más, estará en ellos, para defenderlos y sostenerlos. Jesús regresa al Padre pero continúa acompañando y enseñando a sus discípulos mediante el don del Espíritu Santo».
(Homilía de S.S. Francisco, 1 de mayo de 2016).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Ofreceré mis trabajos de hoy por alguna intención apostólica.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

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