Martes 19 de abril de 2022 – Las lágrimas de María Magdalena.
Leonardo Garzón, LC
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, dame un corazón como el de tu hija María, un corazón que llore en tu ausencia, y que se regocije en tu presencia, un corazón que te ame de manera genuina, un corazón que te busque. Dame, Señor, un corazón enamorado de ti. Amén.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 20, 11-18
El día de la resurrección, María se había quedado llorando junto al sepulcro de Jesús. Sin dejar de llorar, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados en el lugar donde había estado el cuerpo de Jesús, uno en la cabecera y el otro junto a los pies. Los ángeles le preguntaron: «¿Por qué estás llorando, mujer?». Ella les contestó: «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo habrán puesto».
Dicho esto, miró hacia atrás y vio a Jesús de pie, pero no sabía que era Jesús. Entonces él le dijo: «Mujer, ¿por qué estás llorando? ¿A quién buscas?». Ella, creyendo que era el jardinero, le respondió: «Señor, si tú te lo llevaste, dime dónde lo has puesto». Jesús le dijo: «¡María!». Ella se volvió y exclamó: «¡Rabuní!», que en hebreo significa ‘maestro’. Jesús le dijo: «Déjame ya, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: ‘Subo a mi Padre y su Padre, a mi Dios y su Dios’ «.
María Magdalena se fue a ver a los discípulos y les anunció: «¡He visto al Señor!», y les contó lo que Jesús le había dicho.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
“Maria se había quedado llorando junto al sepulcro de Jesús”
En María Magdalena presenciamos el misterio de amor de una persona que ha amado sin límites y que llora desconsoladamente la ausencia de la persona amada. María llora desde el corazón, llora porque Jesús ya no está con ella para guiarla, para ser el testigo de que sus pecados han sido perdonados, para mostrarle el amor del Padre. María es el ejemplo encarnado de la persona que reconoce que la vida sin Dios no es sino un mar de lágrimas que no se puede extinguir sino con el regreso de Dios mismo; ella era muy consciente de que, sin Dios, su vida carecía de sentido.
Sin embargo, Este «llorar junto al sepulcro» no es la última escena de nuestras vidas, la miseria de haber perdido a Dios, de haberlo entregado a los verdugos, no es el final de la historia. Dios no ha muerto en vano.
Jesús le dijo: «¡María!»
El Señor no nos deja solos. Las lágrimas de quien llora por su ausencia no se derramarán en vano. El Señor, que seguramente veía a María llorar por Él, ha visto en esas lágrimas el amor inmenso que María tenía por Él y no pudo sino compadecerse de tal muestra de amor. El Señor se acerca y la llama por su nombre. Esas son palabras de consolación y de salvación. María escucha la voz del Amado y se da cuenta que no está muerto, que ha resucitado. El corazón de María se regocija en ver al «Maestro» vivo y en su presencia, llamándola por su nombre y mirándola con amor infinito. Esta es la promesa de Dios, la promesa de Cristo que se entrega por nosotros para regresar, glorificado, y llevarnos con Él a la casa del Padre.
«Es la hora también del llanto del discípulo ante el misterio de la Cruz y del mal que afecta a tantos inocentes. Es el llanto amargo de Pedro ante la negación, de María Magdalena ante el sepulcro. Sabemos que en tales circunstancias no es fácil encontrar el camino a seguir, ni tampoco faltarán las voces que dirán todo lo que se podría haber hecho ante esta realidad altamente desconocida. Nuestros modos habituales de relacionarnos, organizar, celebrar, rezar, convocar e incluso afrontar los conflictos fueron alterados y cuestionados por una presencia invisible que transformó nuestra cotidianeidad en desdicha. No se trata solamente de un hecho individual, familiar, de un determinado grupo social o de un país. Las características del virus hacen que las lógicas con las que estábamos acostumbrados a dividir o clasificar la realidad desaparezcan. La pandemia no conoce de adjetivos ni fronteras y nadie puede pensar en arreglárselas solo. Todos estamos afectados e implicados» (Carta de S.S. Francisco, 30 de mayo de 2020).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Buscar un momento de oración para reflexionar en los momentos de tristeza o soledad en los que Dios me ha consolado y agradecerle por esas muestras de amor.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
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