Martes 23 de enero de 2024 – «¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?»
David Mauricio Sánchez Mejía, LC
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, hoy vengo ante ti a pedir tu ayuda. Aumenta mi fe para creer en tus promesas. Aumenta mi esperanza para poner en tus manos todas mis necesidades. Aumenta mi amor para ser un testimonio de tu bondad. Sin ti no soy nada; contigo lo puedo todo.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 3, 31-35
En aquel tiempo, llegaron a donde estaba Jesús, su madre y sus parientes; se quedaron fuera y lo mandaron llamar. En torno a Él estaba sentada una multitud, cuando le dijeron: “Ahí fuera están tu madre y tus hermanos, que te buscan”. Él les respondió: “¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?” Luego, mirando a los que estaban sentados a su alrededor, dijo: “Estos son mi madre y mis hermanos. Porque el que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Jesús no quiere que le conozcamos simplemente como una figura histórica que vivió hace dos mil años, ni como a un personaje olvidado en un papel que cobra vida si, y sólo si, leemos el libro. ¡No!, Jesús es real, todo el tiempo, real. Es tan real que nos dice cómo llegar a formar parte de su familia. Si Jesús es realmente el hijo de Dios, ¿a quién no le gustaría formar parte de esa familia divina?
Jesús nos dice: “El que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre.” Suena fácil, pero sabemos por experiencia que no lo es porque, ¿cómo podemos saber que estamos haciendo la voluntad de Dios?
Tenemos los mandamientos y las enseñanzas de la Iglesia, aun así, podemos ir más profundo y discernir la voluntad de Dios para nuestras vidas:
Dios tiene un plan para cada uno de nosotros y no se contradice. No va cambiando de parecer porque se haya levantado con el pie izquierdo. Nos podemos preguntar: ¿hacia dónde me ha dirigido Dios a lo largo de mi vida?, ¿qué me ha pedido?
Dios no nos ha creado islas. Quiere que reconozcamos nuestras limitaciones y pidamos ayuda. Como nadie es buen juez de sí mismo, es necesario que nos acerquemos a personas buenas, de oración, que nos puedan aconsejar a lo largo del camino. El confesor y el director espiritual tienen un papel relevante porque Dios les ha confiado a ellos la dirección de nuestra alma.
Jesús mismo nos dice en el Evangelio: “por sus frutos los conoceréis” (Mt 7,16). Si lo que hacemos nos deja llenos de paz, gozo, plenitud, quiere decir que vamos por buen camino. Si, por el contrario, tenemos sólo inquietud, tal vez se nos ha escapado algo y debemos regresar sobre nuestros pasos y pedir luz al Señor para ver con claridad.
Jesús ya ha puesto todo de sí para que formásemos parte de su familia, ahora, ¿qué pienso poner yo?
«[María] siguió a Jesús, escuchando cada palabra que salía de su boca; conservó todo en su corazón y se convirtió en memoria viva de los signos realizados por el Hijo de Dios para suscitar nuestra fe. Sin embargo, no basta sólo escuchar. Esto es sin duda el primer paso, pero después lo que se ha escuchado es necesario traducirlo en acciones concretas. El discípulo, en efecto, entrega su vida al servicio del Evangelio».
(Homilía de S.S. Francisco, 8 de octubre de 2016).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Me confesaré esta semana.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
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