Miércoles 15 de septiembre de 2021 – Amar y dejarse amar.
Nuestra Señora de los Dolores
H. Diego Suárez, LC.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor Jesús, quiero estar contigo. Quiero sentirte en mi vida. Quiero verte, tocarte y oírte en el Evangelio. Pero soy débil, me distraigo fácilmente y el ruido del mundo a veces me atrapa. Mas no me dejas solo, me has dado a tu Madre. Por eso pido tu intercesión, Madre mía, para que me ayudes a encontrarme con tu Hijo. Enséñame a amarlo como tú lo amabas. Ayúdame a escucharlo como tú lo escuchabas, pero sobre todo enséñame a conocer su corazón y a experimentar su amor, de manera tal que mi vida se conforme con la de Él. Amén
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 19, 25-27
En aquel tiempo, estaban junto a la cruz de Jesús, su madre, la hermana de su madre, María la de Cleofás, y María Magdalena.
Al ver a su madre y junto a ella al discípulo que tanto quería, Jesús dijo a su madre: “Mujer, ahí está tu hijo”. Luego dijo al discípulo: “Ahí está tu madre”. Y desde entonces el discípulo se la llevó a vivir con él.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
¿Qué es la oración? Es la expresión más grande de nuestra relación con Dios, un diálogo. En el antiguo testamento vemos que la relación con Dios es distante, como la de un empleado con su jefe. Pero Cristo hizo de esta relación una relación personal con Dios. De hijo a padre (con el Padre) y de hermano a hermano (con Cristo).
Cristo quiere que nuestra relación con Él sea personal. Nos quiere a su lado. Hoy el Evangelio nos muestra cómo deber ser esta relación con Cristo: «junto a la cruz de Jesús». A Cristo se le ama siguiéndole y se le sigue estando con Él junto a la cruz. Amar significa amor “de cruz”. El amor es “crucificado”.
Cristo, en el Evangelio, revela dos facetas de este amor crucificado: Amar dando y dejarse amar para poder amar. Sí, porque, Cristo, habiendo dado todo lo que tenía en la cruz no conservó nada para sí. Al contrario, hasta el último momento da lo único que le quedaba, su Madre. También nos muestra que es necesario dejarse amar. Porque en el momento en que María y Juan querían amar más a Cristo, él les pide dejarse amar. Así, María recibe de Cristo el consuelo de no quedarse sola y le da a Juan. A Juan le da una madre que le ayude, le consuele y le ayude estar más cerca de él, María nuestra Madre. Amar y dejarse amar, el binomio de la cruz.
María santísima, enséñame a amar y a dejarme amar como tú lo hiciste. Que cada día ame intensamente a Cristo dándole todo lo que me pida, pero que también me deje amar por Él para que llene mi vida.
Virgen de los Dolores ¡Ruega por nosotros!
«Sí, contemplar a la madre de Jesús, contemplar este signo de contradicción, porque Jesús es el vencedor, pero en la cruz. Y esta, es una contradicción, no se entiende: es necesaria la fe para entender o al menos para acercarse a este misterio. Y la madre de Dios sabía porque toda la vida vivió con el alma atravesada, lo dijo Simeón. Y seguía Jesús y escucha las palabras que la gente decía: “¡qué grande!” — “¡Pero esto no es de Dios!”— “¡Este no, no es un verdadero creyente!”. María escuchaba todo: todas las palabras a favor y en contra de Jesús. Por otro lado, María estaba siempre detrás de su Hijo: por esto decimos que es la primera discípula. Y siempre con la inquietud que hacía nacer en su corazón este signo de contradicción. Siempre, hasta el final está allí, de pie, mirando al Hijo. Y quizá, ella escuchó los comentarios: “Mira, esa es la madre de uno de los tres delincuentes”. Pero se quedó callada: es la madre, no renegó del Hijo, dio la cara por el Hijo. Esto que yo digo ahora son pequeñas palabras para ayudar a contemplar, en silencio, este misterio: en ese momento, ella nos dio a luz a todos nosotros, dio a luz a la Iglesia. Jesús llama a su madre mujer y le dice “ahí tienes a tus hijos”. Sí, Jesús no dice “madre”, dice “mujer”. Y María es una mujer fuerte, valiente: una mujer que estaba allí para decir “este es mi Hijo: no lo reniego”». (Homilía de S.S. Francisco, 15 de septiembre de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Examinar que es eso que Dios quiere que le dé. Pídele que te ayude para darle eso que te pide, pero más importante pídele la gracia de dejarte amar por Él. Recuerda, nadie da lo que no tiene.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
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