Miércoles 19 de abril de 2023 – «Luz y tinieblas»

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Te doy gracias por el don de la fe. Porque gracias a ella puedo hoy dedicar estos momentos a hablar contigo, conocerte más y experimentarte. Tengo en mi corazón a muchas personas que conozco y que no tienen este don de la fe, te pido por ellas, para que lleguen a tener la experiencia de tu persona viva y resucitada y puedan vivir con la certeza de tu amor.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 3, 16-21

Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios. El juicio consiste en esto: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra perversamente detesta la luz y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Madre Teresa de Calcuta llegó a decir que la pobreza más grande es la de sentirse solos. Pienso que la riqueza más grande es la de estar acompañados. “Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo”, tanto amó Dios al mundo que nos envió a Cristo que sigue acompañándonos en el camino de la vida: “Yo estaré con ustedes hasta el fin del mundo”.

Sí, Cristo está en medio de nosotros, el Reino ya está en medio de nosotros, pero hay que saber reconocer su luz y su presencia. Hay que saber elegir entre la luz y las tinieblas.

En esta oración quiero mirar mi día a día y reconocer dónde hay tinieblas y reconocer si las estoy eligiendo. Tinieblas que pueden ser egoísmos, mentiras, corrupción, un vicio, omisiones, desidia para lo espiritual, flojera de acercarme a los sacramentos. ¿Dónde están y cuáles son las tinieblas que asechan mi vida? ¿Las elijo? ¿Y si las elijo, por qué las elijo?

Reconocer ahora la Luz que hay en mi vida: pensamientos y deseos de hacer algo bueno, la posibilidad de acercarme a los sacramentos, la lectura y meditación de la palabra de Dios, una persona necesitada a quien puedo ayudar, hacer verdad y justicia en una situación laboral o familiar, una amistad que me anima a hacer el bien. ¿Dónde están y cuál es esa luz en mi vida? ¿Elijo la luz?

Dios mandó a su Hijo, pero me deja en libertad para aceptar su compañía.

Cierro mis ojos y me imagino de pie al inicio de un camino, a un lado mi mano queda sola si elijo las tinieblas, del otro, Cristo toma mi mano si elijo la luz para caminar con Él. ¿Cómo quiero vivir?

No me dejes Jesús, caminar en soledad y en tinieblas, y si algún día las elijo, no tardes en venir por mí y llevarme ahí tu luz para volver a elegirla. Enséñame a descubrir y elegir los destellos de bien y del Reino que se me presenten cada día. Amén.

«Toda la historia de la Salvación es la historia de Dios que busca al hombre, le ofrece su amor y lo acoge con ternura». (S.S. Francisco, Tuit del 31 de mayo de 2013).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Poner nombre a una de esas “tinieblas” que hay en mi vida, poner nombre a una de esas “luces” que hay en mi vida y buscar renunciar a una y elegir la otra y poco a poco convertirme también en luz y signo del Reino en el camino de las personas que viven a mi alrededor.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

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