Miércoles 24 de enero de 2024 – «Abrir el corazón para poder escuchar»

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

¿Me cansa la vida?, ¿busco descanso y no lo encuentro? A ti vengo, Señor, para detenerme en ti. Quiero disponer de aquello más alto de que todo hombre puede disponer: tiempo contigo.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 4,1-20

En aquel tiempo, Jesús se puso a enseñar otra vez junto al lago, y se reunió una muchedumbre tan grande, que Jesús tuvo que subir en una barca; ahí se sentó, mientras la gente estaba en tierra, junto a la orilla. Les estuvo enseñando muchas cosas con parábolas y les decía: “Escuchen. Salió el sembrador a sembrar. Cuando iba sembrando, unos granos cayeron en la vereda; vinieron los pájaros y se los comieron. Otros cayeron en terreno pedregoso, donde apenas había tierra; como la tierra no era profunda, las plantas brotaron enseguida; pero cuando salió el sol, se quemaron, y por falta de raíz, se secaron. Otros granos cayeron entre espinas; las espinas crecieron, ahogaron las plantas y no las dejaron madurar. Finalmente, los otros granos cayeron en tierra buena; las plantas fueron brotando y creciendo y produjeron el treinta, el sesenta o el ciento por uno”. Y añadió Jesús: “El que tenga oídos para oír, que oiga”. Cuando se quedaron solos, sus acompañantes y los Doce le preguntaron qué quería decir la parábola. Entonces Jesús les dijo: “A ustedes se les ha confiado el secreto del Reino de Dios; en cambio, a los que están fuera, todo les queda oscuro; así, por más que miren, no verán; por más que oigan, no entenderán; a menos que se conviertan y sean perdonados”. Y les dijo a continuación: “Si no entienden esta parábola, ¿cómo van a comprender todas las demás? ‘El sembrador’ siembra la palabra. ‘Los granos de la vereda’ son aquellos en quienes se siembra la palabra, pero cuando la acaban de escuchar, viene Satanás y se lleva la palabra sembrada en ellos. ‘Los que reciben la semilla en terreno pedregoso’, son los que, al escuchar la palabra, de momento la reciben con alegría; pero no tienen raíces, son inconstantes, y en cuanto surge un problema o una contrariedad por causa de la palabra, se dan por vencidos. ‘Los que reciben la semilla entre espinas’ son los que escuchan la palabra; pero por las preocupaciones de esta vida, la seducción de las riquezas y el deseo de todo lo demás, que los invade, ahogan la palabra y la hacen estéril. Por fin, ‘los que reciben la semilla en tierra buena’ son aquellos que escuchan la palabra, la aceptan y dan una cosecha: unos, de treinta; otros, de sesenta; y otros, de ciento por uno”.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

¿Alguna vez has escuchado, con atención, hablar a una persona?, ¿alguna vez has asistido a una plática, conferencia, charla? No vayamos lejos, ¿alguna vez has escuchado una homilía o un sermón? Cuando percibes las palabras y las ideas que se presentan, ¿cómo las recibes?, ¿cómo las escuchas?

Existen dos modos de escuchar. Solo uno de ellos es verdadero. Solo uno de ellos es propio del hombre. Antes de referirnos a ellos encontramos primero lo que es tan solo “oír”. Consiste en nada menos que en recibir sonidos. Después encontramos el primer modo de escucha. Éste sabe decodificar informaciones. Recibe las ideas y las organiza. Comprende el mensaje mismo. Al final encontramos, sin embargo, el único modo real: es aquél que recibe todo lo que escucha no solo como simples sonidos, pero tampoco ni siquiera como meras informaciones, sino sobre todo como aquello que podría llamarse la palabra de un corazón.

Aquél que sabe reconocer las palabras del corazón de quien escucha, ése sabe verdaderamente escuchar. Aquél que sabe reconocer las palabras del corazón, puede identificar al que tan solo emite solo ideas, pero también al que transmite todo su ser por la palabra.

Quizás si el gentío hubiese buscado mirar más allá de las ideas, quizá si los apóstoles hubiesen mirado más allá de las doctrinas, quizá si yo mismo buscara mirar más allá de las palabras para tocar el corazón, entonces quizás la parábola cesaría de ser parábola para pasar a ser vida.

«Tenemos que acostumbrarnos a esto: oír la palabra de Jesús, escuchar la palabra de Jesús en el Evangelio. Leer un pasaje, pensar un poco en qué dice, en qué me dice a mí. Si no oigo que me habla, paso a otro. Pero tener este contacto diario con el Evangelio, rezar con el Evangelio; porque así Jesús me predica, me dice con el Evangelio lo que quiere decirme. Conozco a gente que siempre lo lleva, y cuando tiene un poco de tiempo, lo abre, y así encuentra siempre la palabra justa para el momento que está viviendo. Esta es la primera cosa que quiero deciros: dejad que el Señor os predique. Escuchar al Señor».
(Homilía de S.S. Francisco, 8 de febrero de 2015).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Al momento de escuchar, buscaré reconocer las palabras del corazón de quien me habla. Haré lo mismo sea con mis amigos, mis compañeros, mi familia y con Dios mismo.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

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