Miércoles 27 de julio de 2022 – «¿El reino es tesoro o comerciante?»
Pablo Vidal, LC
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Espíritu Santo, ven a mi corazón. Creo en ti, creo que estás presente en mi alma, que hablas en mí y que me hablas a mí. Espero en Jesús, espero en la salvación que Él me trajo y espero en su forma de amarme. Y por eso, amo, amo al Padre, a mí Padre, que me ama también con amor infinito, que me ve como lo más grande del mundo. Ayúdame a abrirte mi corazón y a escucharte durante esta oración.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 13,44-46
En aquel tiempo dijo Jesús a la gente: «El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra, lo vuelve a esconder, y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo. El reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas, que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra».
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
En el Evangelio de hoy Jesús cuenta dos parábolas muy similares. Podríamos preguntarle: Jesús, ¿por qué repetiste lo mismo dos veces y casi con la misma imagen? ¿No es muy parecido el tesoro escondido a la perla fina de gran valor? ¿Cuál es la diferencia? Pregúntaselo a Él.
Creo que una respuesta puede estar en fijarnos qué papel tiene “el reino de los cielos” en cada parábola. En la primera este reino se parece al tesoro, pero en la segunda el reino se parece al comerciante. Un poco extraño, ¿no? ¿Qué es este reino? Jesús estaba hablando sobre el Cielo, sobre la santidad, pero también sobre la vida en unión con Él ya en esta vida. Puedes preguntarle, ¿qué es el reino de los cielos para mí, hoy?
Y luego, fíjate de nuevo en las parábolas. En la primera, el que encuentra el tesoro es quien va a vender todo para comprar el terreno. Tal vez hoy el Señor te llama a dejar algo para estar más cerca de ese reino, a ser tú el que va en búsqueda de ese terreno. Mientras que en la segunda sucede lo contrario, es el comerciante de perlas el que se identifica con el reino. Y entonces, la perla ¿quién es? Somos tú y yo. Tú eres la perla preciosa para Dios. Y es su reino el que sale a tu encuentro, sale a buscarte, sale a darlo todo por ti, porque lo vales. ¿Todo? Sí, todo, hasta hacerse hombre y dar la vida por ti en una cruz. Tal vez hoy el Señor te llama a dejarte amar, a dejarte encontrar, a experimentarte como una perla preciosa. Deja que Jesús hable a tu corazón y te diga cuál de estas dos parábolas toca más tu corazón hoy.
«La reacción del que encuentra la perla o el tesoro es prácticamente igual: el hombre y el mercader venden todo para comprar lo que más les importa. Con estas dos similitudes, Jesús se propone involucrarnos en la construcción del Reino de los cielos, presentando una característica esencial de la vida cristiana: se adhieren completamente al Reino aquellos que están dispuestos a jugarse todo, que son valientes. De hecho, tanto el hombre como el mercader de las dos parábolas venden todo lo que tienen, abandonando así sus seguridades materiales. De esto se entiende que la construcción del Reino exige no solo la gracia de Dios, sino también la disponibilidad activa del hombre. ¡Todo lo hace la gracia, todo! De nuestra parte solamente la disponibilidad a recibirla, no la resistencia a la gracia: la gracia hace todo pero es necesaria “mi” responsabilidad, “mi” disponibilidad». (S.S. Francisco, Ángelus del 26 de julio de 2020).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy, para compartir el amor que el Señor me tiene, voy a decirle a alguien que Dios lo ama y que lo ve como una perla preciosa.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
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