Viernes 1° de noviembre de 2024 – Solemnidad de Todos los Santos – «Dichosos ustedes»
Alexis Federico Montiel Sánchez, LC
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Permíteme escuchar tu voz, Señor, esa voz que llama a la santidad auténtica, la del día a día.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 5, 1-12
En aquel tiempo, cuando Jesús vio a la muchedumbre, subió al monte y se sentó. Entonces se le acercaron sus discípulos. Enseguida comenzó a enseñarles, y les dijo: “Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos. Dichosos los que lloran, porque serán consolados. Dichosos los sufridos, porque heredarán la tierra. Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque serán saciados. Dichosos los misericordiosos, porque obtendrán misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque se les llamará hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos. Dichosos serán ustedes cuando los injurien, los persigan y digan cosas falsas de ustedes por causa mía. Alégrense y salten de contento, porque su premio será grande en los cielos”.
Palabra del Señor
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Todos hemos visto imágenes de santos, sobre todo de aquellos que son patronos de nuestra parroquia, que nuestros abuelos tuvieron una devoción especial o simple y sencillamente porque los hemos visto en algún lugar. Vemos esos santos que son monjes, religiosos, religiosas, sacerdotes, misioneros…, nos vemos muy pequeños ante cada una de estas personas, pareciera que no somos capaces de llegar a tan grandes alturas; que no nos podremos dedicar a tantas cosas; que es un camino interminable y que se hace con ardua fatiga.
No hace mucho que el Papa Francisco escribió la exhortación apostólica Gaudete et Exultate que literalmente se traduce alegraos y regocijaos; otras traducciones válidas, como la que acabamos de leer en el Evangelio son precisamente estad alegres y contentos. Ésa es la verdadera santidad, la que el Papa nos pide que sepamos transmitir, que no se eleva a los arrebatos místicos y experiencias sobrenaturales; es más, el Santo Padre habla de san vecino de enfrente, santa señora que habla bien, santos niños obedientes… entre muchas otras cosas que suceden a nuestro alrededor y que no nos damos cuenta.
Ahora bien, ¿qué tiene que ver el Evangelio con el santo de cada día, el santo de la calle? Pues tiene que ver muchísimo, porque si no somos perseguidos con armas, somos perseguidos con comentarios, leyes injustas, ideologías que se cierran a la vida, al amor, a la familia. Sí que tiene que ver mucho, pues nuestro ejemplo de fieles cristianos es el anuncio más elocuente del reino de Dios. Es hora de, como dice el Santo Padre, salir al encuentro de los demás pues la santidad se alcanza haciendo lo que tenemos que hacer en clave de bienaventuranzas, por amor, y dejando de lado incluso toda forma autorreferencial.
«La solemnidad de Todos los Santos es “nuestra” fiesta: no porque nosotros seamos buenos, sino porque la santidad de Dios ha tocado nuestra vida. Los santos no son figuritas perfectas, sino personas atravesadas por Dios. Podemos compararlas con las vidrieras de las iglesias, que dejan entrar la luz en diversas tonalidades de color. Los santos son nuestros hermanos y hermanas que han recibido la luz de Dios en su corazón y la han transmitido al mundo, cada uno según su propia “tonalidad”».
(Homilía de S.S. Francisco, 1° de noviembre de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Vivir en clave de bienaventuranza mi jornada, pensando en ser un santo de la vida cotidiana, como dice el Papa.
Despedida
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
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