Viernes, 11 de febrero de 2022 – «Deja que Jesús abra tus oídos. Deja que abra tu corazón»
Vinicius Pessuti, LC
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor Jesús, concédeme vivir en el momento presente y no en las lamentaciones del pasado o en las preocupaciones del futuro. Ayúdame a enfocar mi corazón en el hoy, pues es hoy donde me quieres hablar y manifestar tu amor.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 7,31-37
En aquel tiempo, dejando Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón, camino del lago de Galilea, atravesando la Decápolis. Y le presentaron un sordo que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga las manos. Él, apartándolo de la gente a un lado, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua. Y, mirando al cielo, suspiró y le dijo: «Effetá», esto es: «Ábrete». Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba sin dificultad. Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto más se lo mandaba, con más insistencia lo proclamaban ellos. Y en el colmo del asombro decían: «Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos.»
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
De este Evangelio podemos extraer un mensaje muy importante para nuestra vida espiritual. En esta historia vimos a un hombre sordo que tenía dificultades para hablar y fue llevado a Jesús para que lo sanara. El hecho de que tuviera dificultades para hablar nos dice que no era sordo de nacimiento, sino que por alguna razón ya no podía oír y comunicarse correctamente. Su sordera le impedía expresarse y comunicarse porque una cosa dependía de la otra.
Esto lo podemos ver en nuestra vida espiritual. Un corazón sordo a la voz de Dios es un corazón que no sabe expresarse, que no sabe atraer a la gente. Muchas veces no escuchamos lo que Dios nos tiene que decir, no entendemos lo que su Palabra nos revela, no lo escuchamos en nuestro corazón y nos convertimos en personas infructuosas, aburridas y tímidas. No podemos ayudar ni aconsejar a nadie, no podemos dar palabras de consuelo porque no escuchamos la voz de Dios y nos perdemos en la multitud.
Jesús sacó al hombre de la multitud, le metió los dedos en los oídos, y tocó con saliva la lengua del otro. Esto es lo que quiere hacer con nosotros: sacarnos del mundo, de la multitud, llevarnos a un lugar donde podamos escucharle, donde pueda tocarnos con su gracia, donde podamos sentir su amor, su misericordia. ¿Cómo podemos hablar de Dios si no le escuchamos? Así que, para escuchar lo que Dios quiere decirnos tenemos que salir del ajetreo del mundo, abrir nuestros oídos espirituales y dejar que el Espíritu Santo sople en nuestros oídos los mensajes de Dios para nuestras vidas y para los que queremos ayudar. Entonces nos será más fácil soltar la lengua para difundir lo que el Señor ha hecho bien en nuestras vidas.
«Ephatha» (ábrete) es la palabra clave que Jesús ordena a nuestros oídos y bocas espirituales. Es su bendición lo que nos impulsa a superar nuestra falta de habla y sordera a su Palabra, es decir, lo que nos abre a las enseñanzas de Jesús para recibirlas y hacerlas vida.
«A menudo nosotros estamos replegados y encerrados en nosotros mismos, y creamos muchas islas inaccesibles e inhóspitas. Incluso las relaciones humanas más elementales a veces crean realidades incapaces de apertura recíproca: la pareja cerrada, la familia cerrada, el grupo cerrado, la parroquia cerrada, la patria cerrada… Y esto no es de Dios. Esto es nuestro, es nuestro pecado. Sin embargo, en el origen de nuestra vida cristiana, en el Bautismo, están precisamente aquel gesto y aquella palabra de Jesús: «Effatá! – ¡Ábrete!». Y el milagro se cumplió: hemos sido curados de la sordera del egoísmo y del mutismo de la cerrazón y del pecado y hemos sido incorporados en la gran familia de la Iglesia; podemos escuchar a Dios que nos habla y comunicar su Palabra a cuantos no la han escuchado nunca o a quien la ha olvidado y sepultado bajo las espinas de las preocupaciones y de los engaños del mundo». (S.S. Francisco, Ángelus del 6 de septiembre de 2015).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Pregúntate y habla con Jesús: ¿Eres una persona que prefiere escuchar a la multitud o una persona que prefiere escuchar a Dios? ¿Necesitas que Jesús te cure de esto? ¿Ha tocado ya Jesús tus oídos, o sigues siendo de los que no «oyen», es decir, no entienden la Palabra de Dios? ¿Crees que no hablas con Dios porque eres tímido o porque no te paras a escuchar lo que Él tiene que decirte?
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
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